Desde
las civilizaciones clásicas en el s. XVIII, se implantó un sistema educativo en
la enseñanza, un sistema creado por la necesidad del capitalismo de reformar a
la sociedad y prepararla para responder a los cambios que se estaban
produciendo, tanto culturales como económicos. Un modelo pasivo, un modelo
normativo, un modelo que conocemos con el nombre de tradicional. Y es que, como
se puede ver, durante muchos años ha sido así, nos han dirigido como han
querido y ha sido una tradición hacerlo. Es como si fuéramos los títeres de una
función, siempre prestando servicio a la necesidad de la clase más alta.
Y,
¿cuál era la necesidad? La necesidad era hacer personas que no pensaran por sí
mismas, personas no críticas, que no reflexionaran, personas que trabajaran
sistemáticamente sin quejarse y, sin embargo, estuvieran contentas con ello. Y
así fue.
Este
modelo educativo consistía en una clase magistral por parte del docente hacia
un alumno pasivo, sin opinión ni posibilidad de cuestionar. “Esto es así porque
lo digo yo y os lo tenéis que creer”. Una vez me contó mi padre que el profesor
de matemáticas explicó un tema en clase y cuando hizo un ejercicio en la
pizarra, mi padre se dio cuenta de que estaba mal y se lo dijo. El profesor no
aceptaba que fuera así pero mi padre continuaba afirmando que se había
equivocado – a pesar de saber que era posible que le diera un cachete, un
alumno no podía cuestionar el saber de un profesor. Éste, pensando que su
alumno se pondría en ridículo, le hizo salir a la pizarra para demostrarlo. Y
así fue, demostró que una operación estaba mal realizada y el profesor reconoció
su equivocación.
El
sistema tradicional no siempre fue así, los castigos basados en golpes
desaparecieron, sin embargo, la didáctica tradicional siguió su andadura como un
lobo disfrazado de cordero. El docente seguía teniendo la razón, nadie sabía más
que él y el alumno seguía sin poder cuestionar nada. Continuaba dominando la
autoridad mediante una disciplina impuesta que exigía la obediencia absoluta
del escolar. El profesor era quien organizaba el conocimiento que debían
adquirir sus alumnos, lo seleccionaba y elaboraba su propia materia para
enseñar lo que él quería que supieran, es decir, trazaba el camino a seguir por
sus estudiantes.
Y el
lobo siguió por el bosque pareciendo un tierno corderito. Se introdujeron a la
sociedad ideas como: si te esfuerzas en el colegio de mayor tendrás un trabajo
excelente; todos los que suspenden son tontos, por lo que, todos los que
aprueban son muy inteligentes; el colegio desarrolla la inteligencia de forma
integral; hay una epidemia de falta de atención; la solución es exigir menos a
los alumnos; y la inteligencia se mide con un test. Ideas equivocadas que la
sociedad creyó, que la sociedad, a día de hoy, sigue creyendo.
Estas
ideas nos hacen pensar que la educación depende solo del alumno y no es así, es
imprescindible el papel del docente como guía y modelo, cercano al alumno, con
una bidireccionalidad de conceptos. Se precisa de un curriculum y la elección
de adecuados recursos didácticos por parte del profesor. Se ha de hacer saber
que no todos somos iguales en el sentido de que no todos tenemos las mismas
habilidades, a unos se le dan mejor las matemáticas, a otros la música y no por
eso hay unos alumnos tontos y otros inteligentes. La didáctica tradicional necesita
un cambio en ciertos conceptos. La educación necesita que llegue caperucita roja
de una vez para desenmascarar a este lobo.
Y es
que, el lobo quiere ser un corderito al que todos adoren, pero él siempre será
lobo y dará miedo, es un animal salvaje ¡puede atacar! Sin embargo, pensemos
que no todas sus características son malas, el lobo también tiene grandes
aptitudes: es un excelente corredor, tiene un gran sentido del olfato y un gran
sentido del compañerismo – dos lobos se unen y son compañeros hasta que uno de
los dos muere. Por eso, tampoco debemos caer en el error de que la didáctica
tradicional es nefasta en todos los sentidos y en todas las situaciones. El
método didáctico pasivo o normativo es de gran aplicación a la hora de enseñar
a leer y a escribir. Cada método, cada didáctica tienen cabida en un proceso distinto
durante la educación, es decir, se han de saber aplicar a situaciones diferentes
según la necesidad del alumno y el docente tiene que ser capaz de saber cuándo
emplear un método u otro.
Así
que, dejemos de lado el concepto de que los lobos son malos solo por ser lobos,
recordemos que tienen grandes características y en su hábitat son animales
admirables y, por favor, dejemos que caperucita roja le ponga un toque de color
al cuento.